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miércoles, 5 de mayo de 2010

Biblioteca del silencio....


La biblioteca es en realidad el calabozo de los libros. Se les oye gritar, removerse en los estantes, golpear os cristales de las vitrinas, quieren salir, quieren que alguien los lea. Sus historias no avanzan sin los lectores. En el estante de novela española alguien tomo Tiempo de silencio y no prosiguió su lectura, dejo al Muecas con el ratón mordiéndole en la mano, ahí se detuvo, dejo de leer y no volvió. El Muecas sigue con esa mordedura infinita, inacabable, y se le oye gritar, en su lengua resuelta y clara sin puntos ni comas, que alguien lea por favor, que alguien siga adelante hasta donde ese ratón suelta su dedo.
En la sección de teatro, Luces de bohemia ha quedado con un separador en la escena del cementerio : Ruben y el Marques mantienen una disputa eterna sobre si cementerio o camposanto, si oscuridad o luz. Y nadie los saca de ese recinto de muerte. Espera Melibea la llegada de Calixto y el alba se ha detenido como una flor eterna, en la que Calixto no aparecerá si otro joven enamorado del amor no entra toma el libro y lee; detenidas las mariposas blancas en Platero, el guardia no sabe si dejarlo o no pasar y Juanra no termina de decir que es solo alimento ideal lo que llevan; lo intenta no obstante, tartamudea, se le oye como un fantasma que quisiera hablar y olvido la lengua, la lengua que fue su medula, Juanra sin medula, transparente ya y atrapado. NO todos lo oyen. La mayoría pasa y no escucha el griterío, el dilema de Hamlet, las razones de la sinrazón de don Quijote, las blasfemias de don Juan, las humildes palabras con que Juan de la Cruz agradece el amor...Pero el, el si los escucha, oye la algarabía, la confesión, la amenaza, la orden, la inmodestia, el ¡ay infelices!, ¡la botella de ron!, el vivo sin vivir en mi... y no puede soportarlo, introduce la llave, abre la puerta de la biblioteca y con el espanto contenido de verse venir contra el tropel de ese ejercito anárquico y ucronico, ve en cambio que se hace el silencio. Un silencio sepulcral, de cementerio, bueno, no, de camposanto, mejor de camposanto que tiene una lampara,  silencio porque no quieren asustar a nadie y porque conocen la regla del juego, la ley profundisima que rige desde siempre la naturaleza de los libros, como un precepto mayor, inviolable: son los lectores quienes eligen, la libertad de ellos es nuestra libertad. Y esperan, eso si, cada uno en su temblor, a la mano de nieve que venga  a salvarlos.

                                                                                                                E.C 

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