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domingo, 28 de octubre de 2012

Cuando estás muy triste, la música duele.

Las cosas no son fáciles para nadie dentro de este iglú tan descongelado,
tanta longitud, tan lleno de finales, tan privado de ti.

viernes, 26 de octubre de 2012

Si sale mal, siempre puedes suicidarte.

Cuando empecé con todo - y cuando digo todo me refiero a la vida -, el suicidio no era más que un chiste malo. "Si tengo que subirme a ese coche contigo me corto las venas con un cuchillo para untar mantequilla". Era tal real como un unicornio. No, menos real incluso. Era tan real como la explosión que hacía saltar por los aires al coyote de dibujos animados. Cien mil personas amenazan con suicidarse cada día y otras cien mil les da la risa, porque como los dibujos animados, es una amenaza divertida e inocua.  Algo que ya se te ha olvidado antes de apagar la tele.
Luego pasé a considerarlo como una enfermedad que contraían las personas si vivían en algún lugar lo bastante sucio para pillar la infección. Era "un tema desagradable de conversación en la mesa" y, al igual que la gripe, solo mataba a los débiles. Si habías estado expuesto a la enfermedad, no hablabas des tema. Tampoco era cuestión de ponerle mal cuerpo a la gente.
En el instituto ya se convirtió en una posibilidad. No inmediata, no en plan "voy a descargarme este disco porque suena una guitarra tan sucia que me da ganas de bailar", sino una posibilidad comparable a decir que de mayor sería bombero, astronauta o el típico contable que se queda trabajando los fines de semana mientras su mujer le pone los cuernos con el conductor de la furgoneta de reparto. Se convirtió en una posibilidad en plan "yo de mayor seré fiambre".
La vida es un pastel que tenía buena pinta en la bandeja de la pastelería, pero que al comerlo me sabía a sal y a serrín.
Me sentaba bien cantar "El fin".
Me hizo falta mi grupo para convertir el suicidio en un objetivo  en una recompensa por los servicios prestados. Para cuando aprendieron a decir el nombre en Rusia, Japón y Iowa, todo tenía importancia y nada la tenía, y yo ya estaba harto de intentar averiguar cómo era posible que fuesen verdad las dos cosas. Yo mismo era un sarpullido en carne viva. Me había propuesto hacer lo imposible, fuera lo que fuese, solo para descubrir que lo verdaderamente imposible era convivir conmigo mismo. El suicidio se convirtió en una fecha de caducidad, en el día después, cuando ya no tendría que seguir intentándolo.


viernes, 19 de octubre de 2012

A veces no hace falta ver algo para saber que está ahí.

Voy a decirte una cosa sobre él. 
Su religión es desmontar lo imposible. No cree en los imposibles. No acepta un no por respuesta. Su religión es esperar a que alguien le diga que algo es imposible para hacerlo. Da igual lo que sea, mientras no pueda hacerse.
¿Quieres saber cómo fue el origen del mundo?
En los albores del tiempo había un océano y un vació; del océano Dios creó el mundo, y del vació lo creó a él.


sábado, 13 de octubre de 2012

Todo resultaba mucho más fácil cuando el lobo era yo.

Sin él, vivía en cien momentos distintos del presente.
Cada segundo estaba lleno de la música de otra persona o de libros que nunca leería. Fingía que todo transcurría con normalidad, que tan solo era un día más sin él, que al día siguiente entraría por la puerta y la vida seguiría su curso como si nadie la hubiese interrumpido.
Sin él, era una máquina en movimiento perpetuo, impulsada por mi incapacidad para dormir y por el miedo a que se me amontonasen los recuerdos. Cada noche era una fotocopia de los días anteriores, y cada día era una fotocopia de las noches. 
Estaba esperando un tren que no llegaba  ala estación. Pero no podía dejar de esperar; si no, ¿qué sería de mi? Estaba viendo mi mundo reflejado en un espejo.
Sin él, lo único que tenía eran las canciones que había compuesto sobre su voz y sobre el eco de su voz cuando había dejado de hablar.

Parecía que habían pasado varios años desde la última vez que le había abrazado y le había apoyado las manos en el pecho. Una eternidad desde nuestro último beso. Toda una vida desde la última vez que había oído su risa.


miércoles, 10 de octubre de 2012

Si soy Anibal ¿ Donde están mis Alpes?

Puedo ser muy silenciosa. Mucho.
La prisa rompe el silencio. La impaciencia estropea la caza.
Me tomo mi tiempo.
Avanzo en silencio por la oscuridad. En el bosque, de noche, el polvo flota en el aire; la luz de la luna convierte las partículas en constelaciones al arrastrarse por las ramas de los árboles.
El único sonido es el de mi respiración al inhalar lentamente por la boca. Enseñó los dietes. Las almohadillas de mis patas no hacen ruido al pisar la maleza húmeda. Me tiemblan las aletas de la nariz. Escucho los latidos de mi corazón por encima del gorgoteo de un arroyo cercano.
Una ramita seca comienza a crujir al pisarla.
Me detengo.
Espero.
Me tomo mi tiempo. Lentamente, levanto la pata de la ramita. Pienso: Silencio. Noto mi aliento frío sobre los incisivos. Oigo un sonido susurrante que me llama la atención y la mantiene. Tengo el estómago tenso y vació.
Me adentro en la oscuridad, Aguzo el oído; el animas asustado anda cerca. ¿Un ciervo? Durante unos largos segundos, un insecto nocturno hace cric, cric, antes de que decida moverme de nuevo, Mi corazón late rápidamente entre cada cric. ¿Será grande el animal? Si está herido, podré cazarlo yo sola.
Algo me roza el hombro, Algo blanco y suave.
Quiero estremecerme.
Quiero girarme y atraparlo entre los dientes.
Pero no debo hacer ruido. Me quedo inmóvil durante unos largos segundos y luego giro la cabeza para ver que es lo que me roza la oreja, algo que parece una pluma.
Es algo que no alcanzo a nombrar, que flota en el aire y se deja mecer por la brisa. Intento por todos los medios darle un nombre.
¿Papel?
No entiendo que hace aquí, colgado de una rama cuando no es una hoja de un árbol. Me hace sentir incómoda. Más allá, esparcidos por el suelo, hay unos cuantos objetos impregnados de un olor desconocido y hostil.  la piel que ha mudado y abandonado algún animal peligroso. Los rehuyo con una mueca y de pronto veo a mi presa.
Pero no es un ciervo.
Es una chica que se retuerce en el suelo, que araña la tierra y gimotea. Cuando la ilumina la luz de la luna, parece blanquísima contra el suelo negro. Exuda miedo por todos los poros.
Mi olfato lo detecta. Incómoda, siento que me eriza el pelo de la nuca. No es una loba, pero huele a loba. 
Avanzo en silencio.
La chica no me ve llegar.
Cuando abre los ojos, estoy justo delante de ella. Casi podría tocarla con el hocico. Hace un momento estaba jadeando y notaba su cálido aliento en la cara, pero al verme deja de jadear.
Nos miramos.
Cuanto más me mira, más se me eriza el pelo de la nuca y el lomo.
Araña el suelo con los dedos. A medida que se mueve, huele menos a loba. El peligro me silba en los oídos.
Le enseño los dientes y hago ademán de retroceder. Solo se me ocurre huir, rodearme de árboles, poner tierra de por medio. De pronto, recuerdo el papel que cuelga del árbol y la piel mudada del suelo. Me siento atrapada entre la chica tan rara que tengo delante y la extraña hoja que tengo detrás. Mi vientre roza la maleza al agazaparme con la cola entre las patas.
Comienzo a gruñir tan lentamente que noto el gruñido en la lengua antes de oirlo.
Estoy atrapada entre ella y los objetos que huelen a ella, colgados de las ramas y tirados por el suelo. La chica sigue mirándome fijamente, desafiante  Soy su prisionera y no puedo escapar.
Cuando grita, la mato.



lunes, 8 de octubre de 2012

Schopenhauer.

Los talentos de primer orden jamás serán especialistas. La existencia en su conjunto se ofrece a ellos como un problema a resolver, y a cada uno presentará la humanidad bajo una u otra forma de horizontes nuevos. Sólo puede merecer el nombre de genio aquel que toma lo grande, lo esencial y lo genial por tema de sus trabajos y no el que pasa su vida en explicar alguna relación especial de cosas entre sí. 

martes, 2 de octubre de 2012

¿Puedes verme?

-¿Estás muerto?
+Yo si. Él no.
-¿Quién eres tú y quién es él?
+Yo no importa quien soy. Él no se quién es.