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miércoles, 26 de octubre de 2011

Cielo arriba.

Regalar la capacidad de volar, dar alas a quien amas, es la sensación más grande del mundo.
No había volado nunca, pero había volado siempre.
Yo gritaba fascinada y feliz, eufórica de vivir.
Un chillido de fuerza y alegría, ajeno al miedo.
Me reí a carcajadas, satisfecha de verlo tan contento.
Solo cuando nos pusimos boca abajo movió la cabeza a un lado y a otro, sorprendido de lo raro y móvil que podía ser el mundo.


Que corta la vida cuando se contempla desde el final.




Escribo y cada palabra me aproxima a mi final.
Recuerdo que me preguntaron cuál era mi destino.
¿Yo, mi verdadero destino? Me reí, hacía tiempo que no me reía.
Alguien respondió por mi: "Su destino es volar".




Adiós, gracias por enseñarme a volar.
O hasta luego. Me da fuerzas saber que volaré pronto hacia ti.

domingo, 23 de octubre de 2011

Constanza.

Era su duelo, ajeno a la batalla, con sus reglas y ritmos propios. NO tenían prisa por empezar el fuego cruzado.
Tal vez, pensé, se observaban mutuamente, rememorando los buenos tiempos juntos, antes de comenzar a disparar.
Sentí miedo por ti.
Temías por ella, pero ese miedo, al traducirse en nuestro abrazo, me permitía soñar que me amabas a mi. Deseé que el duelo del cielo no tuviera ganador, ni concluyera jamás.



El mejor momento de la vida de una persona, se antoja, por fuerza, patéticamente corto.
¿Quién no lo duplicaría, multiplicaría, alargaría hasta el infinito?
Mi momento abrazada a ti me habría parecido breve aunque hubiese durado para siempre.


Con un grito te apartaste de mi. En ese instante solo me importó eso: que ya no tuve tu contacto.

viernes, 21 de octubre de 2011

La seriedad de una relación se mide en risas.

Sonreí, cada palabra tuya, cada aparición me llenaba de alegría.
Me dí cuenta de que me habría quedado toda la noche mirándote reír.



domingo, 16 de octubre de 2011

Cuando no tienes nada, nada puedes perder.

Breve  pero innegable: os amabais.
Triste, dolida, sintiéndome estúpida, aparté la vista y me fui hacia la entrada.
Y callé, guardándome en el corazón lo que a esas alturas ya sentía por ti.


Os abrazasteis, tan intensa, breve y desesperadamente que volví la vista.
Lo que vosotros tuvisteis en aquel instante yo no he logrado alcanzarlo nunca. 
Pero lo he buscado con afán y honestidad; y eso hace digna mi fracasada vida de soledad.


Una mano se apoyó en mi hombro y a pesar del espesor del chaquetón , reconocí tus dedos.
Dijiste mi nombre.
No me volví, demoré la respuesta...Cuándo me girase sabía que apartarías la mano, y quería disfrutar de ese contacto, de ese instante único y último, solos tu y yo.
Repetiste mi nombre.
Y me volví. Y te miré. Y vi en tus ojos que querías llorar.
Querías pedirme algo.
Qué ingenuo y que imprevisible es el corazón humano; también, a veces, que hermoso.
Allí estábamos, a punto de morir, y a mi me llenó de plenitud que desearas pedirme algo.
Me hubiera gustado llorar de felicidad, aunque imité tu ejemplo de fortaleza.
-¿Qué?
-Haz que no la pase nada.
Te apreté las manos. Pasé mis dedos por tu rostro y te sequé las lágrimas.
-Te juro que no le pasará nada.
Y tú, tal vez porque sabias que te acababa de prometer lo imposible,sonreíste y me apretaste la mano.

martes, 11 de octubre de 2011

A la larga, todos acabamos muertos.

-Yo vine aquí para salvar mi culo y ahora me entero de que está ligado a mi alma.




El metro que me llevó de vuelta era uno de los peores. El interior del vagón estaba destrozado e irreconocible. 
Me senté en una esquina e intente librarme de una ola de desesperación.
Mi vida era un témpano de hielo roto en el mar, y sus fragmentos se dispersaban en direcciones opuestas. Nada iba a encajar jamás, ni en este caso ni fuera de él. Todo era absurdo, inútil y no había esperanza.

"Nadie va a salvarme la vida. Los tiempos felices se han acabado."

domingo, 9 de octubre de 2011

Eres un sol brillante dentro de la oscuridad.

Soles rojos: nacen  y mueren en una décima de segundo, durante la cual son los reyes de la noche, el centro del universo.


Ese iba a ser mi único vínculo con él: mirar al cielo, de noche, y confiar en que estuviera allí.
De repente, en el mundo de oscuridad, irrumpiste tú, irrumpió tu voz. Hablaste.
Y allí, en el barro, solo a mí, se me saltaron las lágrimas.






La amistad puede hacernos llorar de emoción.

viernes, 7 de octubre de 2011

Le desee suerte, me la desee a mi.

Escribo aunque sé que no lo leerás. Es como si trazara letras transparente en el aire. Vivo, desde hace mucho, cielo abajo.
Da igual que una vez sintiera el júbilo de volar.
Mi tiempo de alas pertenece al lugar más terrible del pasado: el de la imposibilidad de olvidar.
Y es que ninguno de los dos éramos nadie. No existíamos.
Supe que el mundo se podía dominar y, al saberlo, el corazón me subió a la boca, como un vómito de euforia. Notaba la felicidad. Su olor en la nariz. Su peso en mis hombros.
Y yo había aprendido para siempre que un ser humano puede volar aunque no tenga alas.


¿No es eso lo mejor de la felicidad? El momento en el que parece que no tendrá límites.





miércoles, 5 de octubre de 2011

Lejos de todo, o a salvo de todo.

En voz baja repito tu nombre y luego, por fin, me decido a escribirlo. 
Creo que es la mejor manera de empezar.
Tu nombre, tu. Cada poco, cuando me asalte la duda,
miraré las letras que lo componen para darme valor.
Poco me importa que estés muerta. ¿Acaso no lo estaré pronto yo?

Tu solías decir que los hombres, cuando lloran, si son buenos, se vuelven desvalidos, y si son malos, se vuelven, por un instante, buenos.






Fernando Marías.



lunes, 3 de octubre de 2011

La respuesta fue no.

Los sueños son de agua. 
Flotas en ellos pero no los puedes agarrar.


El día de mi rendición era martes.
De pie, frente a la puerta del vagón, mirándome en el cristal mugriento, tuve miedo por el futuro; miedo al futuro mismo.
Una invicta sensación de derrota.
Los soldados no mueren en las guerras, como se dice alegremente; eso no es exacto. Cada soldado muere en un instante concretísimo de una batalla concretísima, despreciada por la Historia pero fundamental para ese muerto, porque ese momento será el de su propia muerte. Y única, no tendrá otra.
Los barcos no naufragan anónimamente en el océano; cada barco se hunde en una precisa ubicación de latitud y longitud, en esa y no en otra. En un instante preciso y en ningún otro.
Pues bien, yo tampoco fracasaba en la vida de manera imprecisa. Me hundí en el desaliento ahí, en ese momento, un soleado día, bajo tierra.
Y a nadie le importaba, nadie iba a darme ánimos para que me sobrepusiera y volviera a intentarlo.



Los sueños son de agua, pero el fracaso tiene puerta. 
La abres, a cruzas, la cierras a tu espalda.
Y das el siguiente paso,titubeante, abrumado, incrédulo. Asustado y solo.


Y de pronto, ese martes, todo se derrumbó.


Cielo Abajo.