Le soltó un grito: un estallido agudo e ininteligible de pura frustración inhumana; un agudo de Hendrix sampleado y cantado por un millón de almas atormentadas del coro del Infierno.
El escaparate de la tienda se rompió y cayó hecho añicos sobre la acera.
El mendigo se tapó los oídos echó a correr.
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