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martes, 17 de mayo de 2011

¿Por qué no mete en el microondas mi maldita alma?

Tendría que habérselo dicho. Sé que él lo desea tanto como yo, pero en el fondo es un cobarde.
Tal vez debería habérselo dicho así: "Eh tu, eres un cobarde". Puede que la cobarde sea yo. No puedo decirle una cosa así ni imaginar su cara si le dijese algo parecido. Saldría corriendo. Diría que yo he cruzado la línea. ¡Qué expresión más estúpida! Cruzar la línea. ¿Qué línea? ¿Dónde? Oh, si. La línea entre la vida "normal" y la otra, la otra opción. Podías haber cruzado esa línea. Prometiste cruzarla. Me lo prometiste. Me lo prometiste.
He hecho todo lo que querías.


La mesa que tengo delante es una pequeña obra de arte. ¿Cómo la llamarías? "Después de una pequeña traición". Me gusta. "Los posos de la traición". Dos tazas, dos platos, un hombre.
Cualquiera que lo viese sabría que dos personas estuvieron aquí y que una se ha marchado.
Una tiene una cita, un compromiso, una vida.
La otra soy yo y no tengo nada en el mundo, salvo esta taza de café.
Pero yo aún albergaba la esperanza cuando me mió desde el otro lado de la mesa.
-¿Cómo te encuentras? - me preguntó, como si tuviera cáncer.
(El cáncer eres tu, el asqueroso tumorcillo. Me has provocado cáncer de corazón)
-¿A ti que te parece? -repuse.
En realidad quería decir : "Muy bien. Estupendamente. Mi vida esta llena de globos de colorines".




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