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domingo, 23 de octubre de 2011

Constanza.

Era su duelo, ajeno a la batalla, con sus reglas y ritmos propios. NO tenían prisa por empezar el fuego cruzado.
Tal vez, pensé, se observaban mutuamente, rememorando los buenos tiempos juntos, antes de comenzar a disparar.
Sentí miedo por ti.
Temías por ella, pero ese miedo, al traducirse en nuestro abrazo, me permitía soñar que me amabas a mi. Deseé que el duelo del cielo no tuviera ganador, ni concluyera jamás.



El mejor momento de la vida de una persona, se antoja, por fuerza, patéticamente corto.
¿Quién no lo duplicaría, multiplicaría, alargaría hasta el infinito?
Mi momento abrazada a ti me habría parecido breve aunque hubiese durado para siempre.


Con un grito te apartaste de mi. En ese instante solo me importó eso: que ya no tuve tu contacto.

1 comentario:

a palabras necias oidos sordos dijo...

te seguimos! nos encanta como escribes!
un beso desde:
http://a-callatelaboca.blogspot.com/